Habíamos dejado para el final la visita de la ciudad de la que partía nuestro vuelo de regreso a casa. En el caso de Madagascar, era desde su capital, Antananarivo.
En 1849 la reina Ranavalona I (1782-1861) ordenó perseguir y ejecutar a los cristianos que no renunciaran a su religión. Esta reina fue conocida por su aversión a todo lo externo a su país. De hecho, lo primero que hizo tras suceder a su esposo, Radama I, fue destruir todos los tratados internacionales que este había firmado. Quería a toda costa preservar su país de la influencia francesa e inglesa que trataba de filtrarse en Madagascar a través del comercio y la religión.
Hay unos jardines alrededor del Palacio con alguna pequeña construcción que también tiene su explicación. Pero el Palacio en sí no puede ser visitado por dentro. Sufrió un incendio en 1995 y aún está en fase de reconstrucción.
– El Mercado de Analakely. Desde la Plaza de la Independencia, donde se encuentra el palacio presidencial, se descienden unas escaleras que desembocan en el Mercado de Analakely. Este recorrido es otro de los «must» de Tana. Hay muchísimo ambiente. Entre puestos y vendedores encontramos auténticas curiosidades.
Había unas furgonetas aparcadas que se dedican a arreglar todo tipo de cosas. Me llamó la atención que en una de ellas ponía «Manolo». Le pregunté al chico y me dijo que en malgache significaba «que arreglaba todo». Literalmente quiere decir «reemplazar». La furgoneta por dentro era todo un taller. ¡No faltaba de nada!
Tip: Como en todos los lugares con aglomeraciones, sed precavidos con vuestros objetos de valor. Os recomiendo que leáis mi post «Seguridad en Madagascar». No obstante, nosotros disfrutamos de un día de lo más tranquilo.
Si sois de los que os gusta visitar monumentos podéis añadir a esta lista el Palacio de Justicia, la Estación de Soarano, la Iglesia de Amboninampamarinana y el Museo Palacio de Andafiavaratra.
A nosotros, tras visitar también algunas tiendecitas de recuerdos, el calor nos expulsó directamente hacia la piscina del hotel.
Al día siguiente, y con una mezcla de pena y cansancio, nos dirigimos al aeropuerto para regresar a casa.
Esperamos volver algún día.
Veloma Madagasikara !!!
Adiós, Madagascar !!!