Habiendo aprovechado la mañana para visitar el glaciar Fox, la tarde queríamos dedicarla a visitar Monro Beach y a continuar hasta Haast, siguiente destino en nuestro periplo por la isla sur de Nueva Zelanda.
De camino al pueblo de Haast, habíamos decidido parar para hacer la caminata que lleva a Monro Beach. ¿La razón? tratar de avistar el famoso pingüino crestado. Pero antes de llegar a Monro Beach, paramos para almorzar en la Salmon Farm Café para degustar su famoso salmón y recorrer sus instalaciones.
Ya con la barriga llena seguimos rumbo Monro Beach para tratar de ver algún pingüino crestado.
El pingüino crestado de los fiordos
Esta especie de pingüino vive y se reproduce en las escarpadas costas del oeste y suroeste de la isla sur de Nueva Zelanda. Es difícil de avistar porque es bastante tímido y porque vive y anida en la selva templada donde la vegetación es bastante espesa. Para colmo, se estima que la población total no supera las 1000 parejas reproductoras.
Como su propio nombre indica, el pingüino crestado de los fiordos se caracteriza por tener unas cejas anchas y amarillas que desembocan en una cresta. Al alimentarse de calamares, pulpos, krill y peces, tiene que «pasearse» continuamente de la selva en la que anida a la playa.
La caminata a Monro Beach
Monro Beach es uno de los reductos localizados en los que se sabe que habita este curioso pingüino. Para alcanzar esta playa hay que dejar el coche en el aparcamiento señalizado cerca del extremo sur del lago Monowai, justo después de cruzar el río Moeraki.
El recorrido es de 4,7 km entre ida y vuelta y discurre entre un mágico bosque autóctono, por lo que el propio paseo ya merece la pena.
Tras caminar algo menos de 2,5 km, la senda desemboca directamente en Monro Beach, una playa aislada de una inusitada belleza salvaje.
Disfrutamos de un corto pero relajante paseo y mientras contemplábamos el mar, vimos un león marino, seguramente en busca de lo mismo que nosotros pero con otras intenciones. Estos animales son uno de los principales predadores de los pingüinos.
Tras esta inesperada visita, nos dirigimos hacia el lado derecho de la playa, que es donde se supone que se producen los avistamientos del pingüino crestado. Al llegar nos encontramos con un cartel que delimita el paso.
Así que en ese punto nos quedamos. Nos pareció bien, desde luego, porque tampoco se trata de molestar a los animales y, aunque no sea con mala intención, sin duda nuestra simple presencia les perturba. Al cabo de unos 10 minutos, salió del agua un precioso ejemplar de pingüino crestado. ¡Tan gracioso!
Se fue directo hacia las rocas, supusimos que tenía el nido cerca porque al cabo de unos minutos volvió a salir. La verdad es que tuvimos bastante suerte, ya que estos pingüinos son más probables de avistar de julio a septiembre, y nosotros estábamos ya a finales de noviembre.
Una vez cumplido nuestro objetivo, emprendimos el camino de regreso, de nuevo por el bosque, para después continuar conduciendo hasta Haast, donde pasaríamos la noche en el Wilderness Backpackers.
Tip: Si no habéis conseguido ver pingüinos crestados en Monro Beach, podéis probar suerte en la conocida como Round About Haast, que es la carretera que parte de Haast dirección sur hacia Jackson Bay.
Próximo capítulo: De Haast a Twizel
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Foto de portada: Flickr