donde juegan el antílope y el ciervo».
Brewster M. Higley.
Hoy en «Viajar con Música» tenemos dos en uno, ya que Home on the Range nació como un poema y terminó convertido en canción.
HOGAR EN LA SIERRA
Dadme un hogar donde vaga el bisonte,
donde juegan el antílope y el ciervo,
donde raramente se escucha una palabra de desaliento,
y los cielos no están nublados todo el día.
Hogar, hogar en la sierra,
donde juegan el antílope y el cielo,
donde raramente se escucha una palabra de desaliento,
y los cielos no están nublados todo el día.
Donde el aire es tan puro y los vientos tan libres,
las brisas tan ligeras y fragantes,
que no cambiaría mi hogar en la sierra,
por todas las ciudades más luminosas.
El nativo fue expulsado de esta parte del oeste,
y probablemente ya no regrese
a las orillas del Río Rojo donde en raras ocasiones
arden sus titilantes hogueras.
Cuan a menudo por la noche, cuando el cielo resplandece
con la luz de las brillantes estrellas,
he permanecido asombrado preguntándome
si su gloria supera la nuestra.
Amo estas flores salvajes en esta querida tierra nuestra,
el chorlito al que amo escuchar
y amo las rocas blancas y las manadas de antílopes
que pastan en las laderas de las altas montañas.
Denme una tierra donde la luminosa arena diamantina
discurra libremente en el arrollo,
donde el gracioso cisne blanco vaya deslizándose
como una doncella en un sueño celestial.
Por tanto, no cambiaría mi hogar en la sierra
donde el ciervo y el antílope juegan,
donde raramente se escucha una palabra desalentadora,
y los cielos no están nublados todo el día.
HOME ON THE RANGE
Give me a home where the buffalo roam,
where the deer and the antelope play,
where seldom is heard a discouraging word,
and the skies are not cloudy all day.
Home, home on the range,
where the deer and the antelope play,
where seldom is heard a discouraging word,
and the skies are not cloudy all day.
Where the air is so pure, and the zephyrs so free,
the breezes so balmy and light,
that I would not exchange my home on the range,
for all of the cities so bright.
The Red man was pressed from this part of the west,
he’s likely no more to return,
to the banks of the Red River where seldom if ever
their flickering campfires burn
How often at night when the heavens are bright
with the light from the glittering stars,
have I stood there amazed and asked as I gazed
if their glory exceeds that of ours.
I love these wild flowers in this dear land of ours,
the curlew I love to hear cry,
and I love the white rocks and the antelope flocks,
that graze on the mountain slopes high.
Give me a land where the bright diamond sand,
flows leisurely down in the stream;
where the graceful white swan goes gliding along,
like a maid in a heavenly dream.
Then I would not exchange my home on the range,
where the deer and the antelope play;
where seldom is heard a discouraging word,
and the skies are not cloudy all day.